PUBLICIDAD SUBLIMINAL
Durante varias décadas
se ha discutido si la llamada publicidad subliminal funciona o no. La discusión
se ha producido en varios ámbitos, especialmente en torno a su efectividad, a
los aspectos éticos y a los recursos técnicos asociados a su aplicación
Durante varias décadas se ha discutido si la llamada publicidad subliminal
funciona o no. La discusión se ha producido en varios ámbitos, especialmente
en torno a su efectividad, a los aspectos éticos y a los recursos técnicos
asociados a su aplicación.
El artículo trata del uso actual de
la estimulación subliminal y su impacto en la conducta de los consumidores.
Busca también a divulgar una serie de nociones que permiten comprender el fenómeno
y contribuir con la delimitación del contenido de ese tema.
La publicidad subliminal normal es
mencionada frecuentemente por publicistas y mercadólogos que no siempre
comprenden el concepto. En la mayoría de los casos se refieren a detalles pequeños
de imágenes en gráficos o en televisión, los cuales pasa por alto una gran
parte del público. Sin embargo, lo que técnicamente se conoce como estimulación
subliminal o percepción subliminal es algo muy diferente a eso. Es por ello que
antes de abordar el problema central de este artículo, conviene definir con
claridad este término con el propósito de que los lectores puedan seguir el
desarrollo del mismo.
La noción de publicidad subliminal
Para
comprender este concepto debemos entender otros, sin los cuáles se dificultaría
sensiblemente su dominio. Entre ellos hay que mencionar: el estímulo, la
sensación, la percepción, el umbral mínimo y otros. En esta parte nos
dedicaremos a definir esas nociones y a establecer la vinculación de ellos con
el tema central que nos ocupa.
Los psicólogos definen un estímulo
como una forma de energía física que tiene la propiedad de irritar una célula
receptora sensorial. Lo que captamos a través de los cinco sentidos son estímulos
o formas de energía física que se transforman luego en impulsos nerviosos que
pueden ser transmitidos hacia el cerebro por medio de las neuronas. Ejemplo, una
imagen en la televisión, una valla, el olor de un perfume y el sabor de un
helado constituyen estímulos que pueden captarse y convertirse en impulsos
nerviosos y por tanto recibirse en el cerebro.
Una célula receptora sensorial
es un tipo de célula que está presente en cada uno de los órganos de los
sentidos. Más bien se trata de terminaciones nerviosas que tienen la propiedad
de recibir los estímulos físicos y transformarlos en impulsos nerviosos.
La sensación y la percepción son
procesos contiguos. La sensación es el primero y se refiere a la captación
de los estímulos por parte de las células receptoras sensoriales. Una vez los
estímulos son captados y transformados, pasan al cerebro donde deberá
realizarse la percepción, que no es otra cosa que la interpretación de
los impulsos nerviosos por parte del sistema nervioso central. Por ejemplo, al
escuchar la canción de Juan Luis Guerra, "La Bilirrubina", nuestro oído
recibe esa energía en las terminaciones nerviosas y la envía al cerebro.
Cualquier dominicano que la escuche sabe que el intérprete es Juan Luis, porque
su cerebro identifica esa voz y no la confunde con la de Johnny Ventura o
Wilfrido Vargas. Asimismo, cuando se observa la botella verde con la etiqueta
dorada encabezada por una P, los consumidores dominicanos identifican
inmediatamente que se trata de la cerveza líder en su país.
Los estímulos físicos, como se sabe,
tienen diferentes intensidades. Por ejemplo, la campanita que tocaban los
monaguillos en la misa en medio de la consagración, tiene una intensidad mucho
menor que la del campanario de la iglesia. Un afiche típico, como estímulo,
tiene una intensidad mucho menor que una gran valla de las que se colocan en las
avenidas de las grandes ciudades.
El párrafo anterior resulta útil
para comprender el concepto de umbral mínimo. Este constituye la piedra angular
en la noción de estimulación subliminal. Los estímulos que recibe el
organismo tienen intensidades diferentes; unos superan los niveles que los seres
humanos podemos captar y otros se quedan por debajo. El umbral mínimo se
define como la más pequeña cantidad de energía capaz de producir una sensación.
Los estímulos que poseen un nivel de energía por debajo del umbral no pueden,
por tanto, ser percibidos por el organismo.
La secuencia normal de transmisión de
los impulsos nerviosos que recibe el cerebro es clara. Primero se capta un estímulo
(sensación), luego se interpreta en el cerebro (percepción). Un estímulo que
llega al organismo y cuya intensidad no produce una sensación está, entonces,
por debajo del umbral mínimo. A este fenómeno se le llama estimulación
subliminal, percepción subliminal o sencillamente publicidad subliminal. Esto
significa que la persona no puede percibir ese estímulo.
Lo que se discute hoy en día es si
esa forma de hacer publicidad afecta el comportamiento de los consumidores o no.
¿Pueden los mercadólogos llevar a los consumidores a comprar sus productos
mediante estimulación subliminal?
Un poco de historia
La discusión comenzó en la década
de los 50 en Los Estados Unidos cuando un señor llamado Jim Vicary reportó que
había aumentado las ventas de Coca Cola en un 18% y las de palomitas de maíz
en un 52%. El había insertado imágenes que decían "tome Coca Cola"
y "coma palomitas de maíz" en imágenes de películas.
Como se sabe, el ojo humano es capaz
de ver figuras que se proyectan entre 16 y 24 imágenes/segundo. Esto es, un
proyector de cine normalmente pasa esa cantidad de imágenes en un segundo para
que el observador logre ver la locomoción normal de una película de cine.
Vicary colocó algunas de esas imágenes para la bebida refrescante y otras para
las palomitas de maíz.
Los expertos inmediatamente comenzaron
a replicar el experimento de Vicary y nadie encontró los resultados. Sin
embargo, desde ese momento se inició el debate en torno a sí la estimulación
subliminal incidía en la conducta de los consumidores o por el contrario no tenía
ningún efecto.
Con el paso del tiempo el señor
Vicary reconoció que había manipulado los datos y que ciertamente no había
obtenido los resultados de una investigación científica confiable.
Situación en el presente
Luego
del fracaso de Vicary, el tema se mantuvo dormido hasta que otros autores
comenzaron a insistir en que señales eróticas se colocaban en anuncios
comerciales. No obstante, hoy en día se utiliza este tipo de estimulación
frecuentemente. Por ejemplo, en películas de terror se incluyen imágenes de
cadáveres y de otras fotos macabras, como una forma de despertar escalofrío en
los espectadores. En las tiendas de venta al detalle se coloca música con
mensajes subliminales buscando que los consumidores compren más. También
algunos hoteles de playa han incluido mensajes subliminales en su música con
miras a producir relajación en sus huéspedes.
No se trata de una tontería, ni de
una aventura. La inserción de estímulos subliminales frecuentemente utilizados
en establecimientos comerciales y en publicidad obedece a ciertas evidencias
encontradas en distintas investigaciones. En estudios típicos, los sujetos son
expuestos a estímulos de muy breve duración. El tiempo es tan pequeño que
ellos no tienen la capacidad de identificarlos en tareas de reconocimiento
subsiguientes. Aún así, los individuos evalúan estos estímulos más
favorablemente que otros no presentados previamente. Estos hallazgos sugieren la
posibilidad de influir las actitudes de la gente sin que ésta tenga conciencia.
Por otro lado, Moore plantea que un
siglo de investigación psicológica proporciona las evidencias suficientes para
aceptar el principio de que los estímulos que poseen una intensidad mayor
ejercen un efecto mayor sobre la conducta de las personas que los que tienen
intensidades más bajas. Según él, los estímulos subliminales son tan bajos
en intensidad que las personas ni se enteran de su existencia. Como consecuencia
de ésto, el efecto sobre la conducta de los consumidores se anula con otros que
tienen mayor intensidad.
Vistas las dos posiciones, la pregunta
obligada sería, ¿por qué utilizar estímulos de baja intensidad para
persuadir a la gente en lugar de los métodos disponibles? ¿Pueden ser los estímulos
subliminales más efectivos que los que se perciben ordinariamente? Si se
utiliza esa forma de publicidad, ¿en cuáles circunstancias sería más
adecuada? Las respuestas a estas preguntas constituyen, por sí mismas, el
objeto de otro artículo.
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